Por eso debe considerarse aberrante e inútil la costumbre de consultar si alguien tiene o no un exceso de peso mirando directamente el peso que debería tener en tablas que en muchas ocasiones son simples desarrollos —o degeneraciones— de lo apuntado más arriba indicada en la dieta disociada ladietadisociada.webs.com y su sistema de seduccion online. Sin una evaluación directa de la masa magra y la masa grasa no puede establecerse con seguridad cuál debería ser el peso adecuado de alguien —y cuantos kilos de grasa le sobran—; a lo sumo se puede dar un amplio margen de variación que puede ser adecuado para gentes manifiestamente obesas, pero que no es en absoluto ni fiable ni recomendable para personas de las que se sospecha un simple sobrepeso o una obesidad ligera.
Normalidad en el peso corporal
Pero, aunque pudiésemos conocer con precisión el porcentaje de grasa del cuerpo de un individuo, tampoco podemos decir con seguridad qué es lo que le sobra sin tener en cuenta todos los factores indicados más arriba como forma de seduccion. Esto nos lleva a plantearnos el problema de la normalidad. Si en alguna población y grupo de edad hay una mayoría de personas obesas, tal vez debamos modificar algo nuestra consideración absoluta de la obesidad como patología para incorporarla a un contexto de normalidad para ese colectivo. Es evidente que la obesidad es una patología, y además peligrosa , pero esto lo sabemos por estudios clínicos y estadísticos de morbilidad añadida y de mortalidad, no por la simple estadística de comparación de poblaciones. No se pueden medir con el mismo rasero —los mismos límites de normalidad del peso corporal para dieta disociada — a los hombres —o mujeres, la comparación es también perfectamente válida en el caso del peso— de 18 años y a los de 55 en cuanto a su masa corporal, como tampoco puede compararlos por su agudeza visual o por el color del pelo de la cabeza.
Esto hace que sea complicado establecer los límites a partir de los cuales deben tomarse medidas para reducir nuestras reservas de grasa, para perder peso. Algo tan difícil como la escala de variación de la figura 1. Está muy claro qué hay en un extremo y en el otro: delgadez y obesidad. Entre una y otra hay una zona amplia en la que encontraríamos un equilibrio adecuado, pero resulta poco menos que imposible establecer un límite preciso, definido. De hecho, hay una zona de transición de cambios progresivos. Así pues, debemos utilizar otros criterios, de índole completamente diferente, para poder saber si es o no aconsejable conservar la masa de grasa que apreciamos en alguien. Debemos determinar si esta masa grasa afecta negativamente —y en qué grado— a la plena funcionalidad del individuo y si su remoción la mejoraría en un grado tal que valiera la pena pasar por los peligros que representa su eliminación.
Ésta es una decisión compleja, con muchísimos factores que deben tenerse muy en cuenta antes de emprender ninguna acción, pues el equilibrio delicado que mantiene nuestra masa de grasa de reserva puede verse afectado negativamente por acciones incontroladas, equivocadas y poco meditadas en un sistema de seduccion online https://sites.google.com/site/seduccionpdf/sistema-de-seduccion-online para perder peso. Hemos de estar muy seguros antes de decidirnos a emprender una acción para disminuir nuestra masa grasa; seguros de que queremos hacerlo, de que lo podemos hacer, de que vale la pena acometer la operación por razones de salud, que conocemos los peligros de todo el proceso y los asumimos; y saber también que, a la larga, el mantenimiento de lo logrado puede ser extremadamente complicado y difícil.
Los diversos grupos étnicos humanos tienen proporciones corporales a menudo diferentes, de modo que sus índices de masa corporal con la dieta disociada son también distintos para las diversas edades. Hay etnias muy delgadas, altas, en las que la obesidad es rara, como los massai africanos; y otras en las que hay una buena cantidad de grasa corporal que coincide con estaturas bajas y cuerpos algo rechonchos, como los inuit boreales. Esta forma de cuerpo responde en parte a una adaptación al clima: menos superficie relativa y mayor aislamiento graso en los inuit, que viven casi siempre a temperaturas por debajo de cero; y mayor superficie relativa —para facilitar la pérdida de calor corporal como indica el sistema de seducción— en los africanos de la zona tropical. No siempre están tan claros los límites, por lo menos no tan claros como la distribución por el color de la piel, pero se observa una cierta tendencia al respecto.